jueves, 12 de enero de 2017

LA EFICACIA DE LOS ESCARMIENTOS HISTÓRICOS EN LA MARKA DE ACHACACHI

Yawar Copana Mamani
“… al indio traidor hay que aplastarlo y eliminarlo con todo el rigor de la justicia cosmica".
Faustor Reinaga
Antes de entrar al tema central, veamos brevemente los pormenores de los eventos que han traído a nuestra reflexión, en esta cuestión.
La primera década del siglo XXI, ha comenzado bien para el indio (o para el indígena como se nos quiere llamar hoy). Ha sentado precedentes inconcebibles en la historia de este estado colonial republicano. No solo le ha derrotado políticamente a los q‘aras, sino por sobre todo en el campo económico−cultural. En esta transición, han retozado un papel muy substancial e interesante, los llamados ―Movimientos sociales, populares e indígenas‖; que en este trabajo analizaremos la experiencia de la marka de Achacachi, a tiempo de administrar ―justicia comunal‖, como disyuntiva, frente a la podredumbre criminal del sistema judicial en Bolivia.
ESCARMIENTO HISTORICO EN LA LUCHA POR EL PODER COMUNAL
Este emporio altiplánico de los aymaras, ha remozado en la escena política muy visiblemente a partir de los años 2000−2005; hasta ese entonces, muy poco se había comentado en la opinión pública, sobre este territorio ancestral. Su reaparición se debe, a dos momentos de un fuerte quebrantamiento, del orden colonial republicano establecido y su ordenamiento jurídico liberal. La primera acción cuestionada a estos ―ayllus rojos‖ (o Ponchos Rojos), fue la ―ejecución violenta‖ de un oficial del ejército, perteneciente al Regimiento de Infantería ―VIII Ayacucho‖, quien ante los históricos levantamientos del BLOQUEO 2000, había ordenado disparar a matar, para con los aymaras movilizados frente al régimen del Gral. Banzer.
La prensa nacional e intelectuales de la sociedad blanca−mestiza, han calificado este hecho como el retorno de la ―Criminalidad Aymara‖, de la turba irracional, y de la demencia de sus líderes. Es ciertamente un momento censurable para las castas dominantes, pero de mucha trascendencia para los aymaras de la marka de Achacachi, puesto que, a partir de estas faenas, Omasuyos se convierte en un territorio donde se empiezan a construir acciones beligerantes desde el estado y las comunidades, organizadas sobre las lógicas del sistema ayllu. Para el ―Mallku, ante la violencia de estado, es con esta clase de acciones que se ha engendrado los gigantescos cambios históricos de estos últimos tiempos; así lo manifiesta, al afirmar que ―el q‘ara respeta solo aquello que teme. Entonces el Bloqueo 2000, ha develado y marcado hitos cuestionables e incuestionables, en la política nacional y los relacionamientos entre los individuos en nuestra sociedad. Para Ramiro Reynaga: ―Bolivia ya no será igual―, porque sus cimientos y muros han sido agrietados. Más aun, con el nacimiento de un nuevo tipo de estado, en donde a partir de lo plural y lo indígena, se iban a superarse todos los males de la sociedad colonial republicana. Si en algo se tiene certeza de esta posibilidad, es en su largo y entramado proceso de formación y transformación, de las estructuras del estado y las formaciones sociales. Así por ejemplo, quienes están en ejercicio del poder en el ―palacio quemado―, pueden evidenciar que se ha fecundado recónditos cambios en toda materia, en sus apreciaciones; pero no así aun, en el de nuestro sistema judicial colonial−liberal, que no varía a pesar de todo.
Cumbres de justicia, elección de magistrados y reformas parciales del Órgano Judicial, nos han dado la razón histórica, de que la delincuencia y el crimen organizado, han superado las esferas de la maquinaria estatal. Ante todo esto, han surgido modos propios de establecer el orden de convivencia armónica entre los hombres que comparten un mismo horizonte, el de la ―suma qamaña―, en una ―tierra sin mal―; pero esto no vino como iniciativa del estado plurinacional, sino como contradicción a su insuficiencia burocrática.
ESCARMIENTO HISTORICO A LA DELINCUENCIA Y AL CRIMEN ORGANIZADO
Al respecto, a manera de connotación, recapitular otra experiencia aymara de hace ocho años en la marka de Achacachi; quienes han ejercido nuevamente un ―escarmiento histórico―, esta vez ante la delincuencia y el crimen organizado, que se ha expandido hasta nuestras ancestrales Comunidades y Markas de este Qullasuyu.
Para dar mayor reticencia a este acaecimiento, debemos resonar que 11 forajidos del conocido ―Clan Paucara― han experimentado todo el peso y paciencia de la justicia comunal de este ayllu urbano; ajusticiamiento que fue calificado también por la opinión pública, como un ―acto brutal y espeluznante―, más aún, este hecho fue motivo de ásperos cuestionamientos a la llamada ―justicia comunitaria― y a los indelebles Achacacheños, por ese entonces.
Para compendiar un poco la cabalidad de este suceso; aquel sábado 17 de noviembre del 2008, como todos los años, se celebró la entrada folklórica en honor al ―Santo de los Choferes (San Cristóbal), y el domingo 18 se celebró la diana; sin vacilar, este día ha sido aprovechado por esta organización criminal de cogoteros, identificados como el temible ―Clan Paucara―, que contaba según informes policiales, con más de 40 integrantes en todo el territorio nacional; a quienes se les ha atribuido los mayores delitos de atraco a mano armada en repetidas ocasiones, y que cuasi siempre han salido bien redimidos de los estrados judiciales. Los mismos que en su osadía de ampliar su territorio de las ciudades hacia las comunidades indígenas; empezaron a operar en los alrededores de la plaza principal de la marka de Achacachi; despojando a los bailarines ―mantas de vicuña, polleras, joyas, sombreros borsalino, plata y celulares. Lo que podemos matizar de este sucedido —para que pueda comprender mejor el lector— es que aproximadamente a las 23:00 pm, los bravos achacacheños avivados de sobrios y ebrios, encontraron a los presuntos malhechores en un microbús color verde en posesión de los objetos delinquidos, y tras que fueran reducidos por la multitud aymara, fueron acarreados al Regimiento VIII de Infantería; cuyos efectivos les dijeron que no tenían competencia para admitirlos. Al día siguiente, será el Estadio de los Ayllus Rojos el teatro de las operaciones, en donde bajo duras presiones de suplicio, los presuntos malandrines confesaron que fue la tercera vez que delinquieron en esta marka aymara: la primera el 21 de septiembre, en la fiesta del Señor de la Exaltación, y la segunda en Todos los Santos. Por el cual, tras ser vejados aún más, les echaron gasolina y les prendieron fuego, donde ardieron como ―antorchas humanas por el lapso de entre 10 y 15 minutos, según los medios radiales. Recién más tarde, posteriormente a este juzgamiento comunal−popular, fueron entregados a las autoridades policiales y del Gobierno Plurinacional, quienes ya se habían anoticiado respecto a estos acontecimientos. En ese entonces, el ministro de Gobierno Alfredo Rada, garantizó que se llegará al fondo de este hecho, y ―que a la violencia no podemos responder con violencia, al delito no podemos responder cometiendo delitos, esto por supuesto debe ser investigado y sancionado judicial y policialmente para con los autores materiales de este ―escarmiento histórico.
ESCARMIENTOS HISTÓRICOS COMO HERRAMIENTA DE EMANCIPACION SOCIAL
Estos ―acontecimientos históricos, evidentemente han ensombrecido la efigie de la tierra de los ―ponchos rojos en la palestra política nacional, y casi nadie se sentía presuntuoso de esta hazaña; puesto que, era reprochable desde todo punto de vista jurídico−liberal. Pero ya en el contemporáneo actual, viéndolo con una mirada crítica, no podemos dejar de mencionar que ciertamente este fue un ―escarmiento histórico al crimen constituido; ya que no solo ha significado un retroceso en el tratamiento del crimen y el delito, sino, la efectivizacion de la seguridad comunal, ha sacado a la luz pública el desplome de nuestro actual Ordenamiento Jurídico Colonial; y por sobre todo ha marcado un precedente histórico sin igual en todo la distensión del territorio aymara. Más aun, hoy nos podemos percatar, que en ciudades como El Alto y Santa Cruz, donde la criminalidad ha sobrepasado las capacidades de operación del estado, se observan con total naturalidad, eslogans que reproducen este argumento: ―ladrón pillado será quemado, ―autos sospechosos, serán quemados, ―ladrón atrapado no será entregado a la policía, ―maleantes trabajen como todos, sino serán colgados de sus testículos, etc.
A partir de estos dictámenes, podemos advertir que estos sucesos, ya no son solamente propios de la marka de Achacachi, sino el de nuestros microgobiernos barriales, que a falta de la eficiencia del estado y de los administradores de justicia, en corregir a tiempo ciertas conductas antisociales, claramente se ha exteriorizado como una iniciativa hacedera, aunque esta pueda ser contradictoria y también cuestionables.
¿JUSTICIA COMUNITARIA? O LINCHAMIENTO POPULAR
A partir de estas experiencias, se ha creado un falso debate. Esto ha originado, que la llamada justicia comunitaria pueda ser dejada atrás como proyecto descolonizador, y entendido por todos como una nueva herramienta de emancipación al momento de impartir justicia, a partir de lo indígena y/o indio.
Estas formas de atribuirse la autoridad judicial, que se manifiestan en formas de linchamiento o ajusticiamientos, ciertamente no son propios de la marka de Achacachi, ni de sus continuadores; pero han resultado ser más eficaces en nuestras sociedades, aunque estos se constituyan en delitos también punibles, en nuestro transitorio ordenamiento jurídico.
Su procedencia, al parecer tiene origen en las sociedades norteamericanas y europeas. Existen dos teorías al respecto. La primera, que se debe a James Lynch Fitzstephen, alcalde de Galway, Irlanda, en el siglo XV, quien se hizo famoso cuando en 1493 hizo ahorcar a su propio hijo tras acusarlo del asesinato de un visitante español. La segunda teoría se refiere a Charles Lynch, juez de paz del estado estadounidense de Virginia, en el siglo XVIII, quien en 1780 ordenó la ejecución de una banda de conservadores (tories) sin darles la opción a un juicio. Esta acción fue conocida como la ―Ley de Lynch‖ y la gente la aplicaba en casos extremos arguyendo que en el sistema judicial anglosajón, las decisiones de un juez crean derecho, precedentes o jurisprudencia.
Esta representación jurídica, incorrectamente hoy desentrañado como ―justicia indígena‖, aunque no ha sido ajeno en nuestras comunidades actuales como lo hemos examinado, es utilizado a menudo en las ciudades donde el crimen y la delincuencia, han superado al sistema jurídico plurinacional, que se halla en ruina; es en efecto un medio útil en la realización de los ―escarmientos históricos.
PACHAKUTI Y PROCESOS DE CAMBIO
A poco más de cuatro años de la elección de los magistrados del órgano judicial en Bolivia, en palabras del propio presidente Evo Morales ―en vano incorporamos poncho y pollera en la Justicia: no cambia nada‖; con muchos magistrados, jueces, fiscales y operadores de justicia procesados y algunos en las cárceles, con más del 85% de reos esperando sentencia, el escenario no se modifica ni da luces; aquí cabe aclarar algo; es cierto que esta consunción político-jurídico no es reciente, pero demos cuenta que venimos arrastrando desde hace más de 180 años y nada hemos hecho por darle un tajo.
Es en esta medida, que hoy, a partir de la experiencia de la marka de Achacachi, debemos tomarnos con seriedad las palabras del My. del E.P. Antauro Humala Tasso, hermano del ex−presidente del Perú Ollanta Humala; quien sostiene que: ―ciertos personajes de la política peruana deberían ser fusilados por traición a la patria y la alta corrupción de las etnoclases dominantes, y que en la misma línea deberían ser pasados, todos aquellos que manifiestan conductas criminales y que degeneran aún más nuestras sociedades actuales: ―Mira, la republiqueta criolla hiede y está en proceso terminal de agonía, ad portas al (in)surgimiento de una Nueva Republica de índole etnonacionalista, o sea neo-tawantinsuyana. Este tránsito implica una revolución o Pachakuti. Por consiguiente involucra un ESCARMIENTO HISTORICO, ósea, el cristalizamiento de la legitima ‗violencia revolucionaria en cuanto partera de la historia‘…La recuperación de la fe popular tan defraudada y casi exánime, requiere señales contundentes y estimulantes. ―¿A carajo esto va en serio, me aunó?‖ pensara el poblador de a pie, ante dichas medidas escarmentadoras; única manera –dada la putrefacción generalizada- de lograr la credibilidad indispensable para emprender un proceso plenamente revolucionario. Y en efecto, que la marcha inexorable de la historia, cuya rueda aplasta a quien se le interponga, debe pasar por esta prueba, considerado por algunos de radical; que en nuestro Estado Plurinacional, frente a la descomposición institucional del Sistema Judicial Boliviano, surge como un hecho histórico; lo cual se manifiesta en forma de ajusticiamientos o linchamientos populares; y es cometido a menudo frente a la pudrición moral de las sociedades coloniales, por multitudes vecinales, populares e indígenas, que se hallan desprotegidos por las institucionalidades del Estado. Quizá este trabajo, pueda crear muchas discrepancias y descalificativos; pero es descalificable, e indefendible, que ―comandantes de la policía, jueces y magistrados del órgano judicial, y funcionarios del aparato estatal‖, que en su posesión al mando juraron ―erradicar el cáncer de la corrupción en noventa días, y antes de cumplirse el plazo, el cáncer de la corrupción los erradique.
A MANERA DE LECCIONES PARA LA HISTORIA
Si bien se ha generado una reacción casi natural, en la forma de ejecutar estos ―escarmientos históricos en medio de las multitudes barriales y vecinales, como lo acaecido hace ocho años, en la marka de Achacachi; ha garantizado una avenencia y tranquilidad a sus habitantes de este ayllu urbano. Cuestión inexistente en las metrópolis, ni en las órbitas gubernamentales, puesto que, el no haber aquietado a tiempo la criminalidad, ha motivado que los mismos se funden en gigantescos redes que han penetrado todas las esferas del poder público.
En nuestro planteamiento, para que se conciba mejor, no estamos esbozando que estos sean pasados por el fusil, o que se les ajusticie públicamente, como quizá algunos estarían muy de acuerdo. De lo que se trata, es que no colmemos nuestras penitenciarías, que se han convertido en verdaderos claustros de la ―moderna criminalidad‖; sino que, de lo que se trata es hallar definitivamente nuevas formas de escarmiento histórico, ante la alta corrupción, las violaciones a los niños, el narcotráfico, los feminicidios y el origen de todos nuestros males. Un nuevo estado naciente, no solo se encarga del cambio de pensamiento de sus nuevas generaciones, mediante la educación; sino por sobre todo en la renovación de las viejas conductas y actitudes heredadas, que han retraído el engrandecimiento de nuestra nación y matriz civilizatoria. Así también lo han comprendido, en otras extensiones y en otros tiempos, cuando se trata del transformación radical de la sociedad; en la Inglaterra de Cromwell fue el hacha del verdugo, en la Francia jacobina se tecnifico la guillotina, a su vez, el paredón proceso a los traidores y corruptos en los Pachakutis ruso, chino y cubano. Inclusive en los Estados Unidos de Norteamérica existe la pena de muerte, y en el Irán Chiita, la horca ejercito aquel escarmiento histórico. Y en nuestra concepción Tawantinsuyana, es nomas imprescindibles, estas coerciones societales, en la composición del ―NUEVO HOMBRE. En ese entendido, los ESCARMIENTOS HISTORICOS, en su momento dado son necesarios, tan solo se están anteponiendo los derechos comunales a los derechos individuales; la felicidad de muchos a la búsqueda de la riqueza por pocos. Pero claro, esto es solamente nuestra reflexión, que deberá de ser motivo de análisis y debates jurídico−políticos en las cumbres de justicia en Bolivia.

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